miércoles, 24 de octubre de 2012

El postre


Cuando inició esa estúpida abstinencia nunca pensó que le fuera a costar tanto cumplir su promesa, que treinta días de privación fueran a convertirse en semejante tortura.

Pero por fin había llegado el final de su sufrimiento.

La cena estaba riquísima. Sin embargo, lo que vendría después sería mucho mejor. El momento más dulce de la velada se aproximaba. El postre. Fuera la cena ligera o pesada, nadie podía resistirse a un buen final. Y menos ese día, en el que sabía lo que le esperaba.

Para no alargar la espera, dejó los platos donde estaban y se fue directa a su objetivo.

Le dedicó una mirada larga y lujuriosa al paquete que escondía su premio, su deleite. Acariciando con la yema del dedo la rugosa superficie, fantaseó con su sabor aun sabiendo que la realidad superaría al recuerdo de sus papilas gustativas.

Con delicadeza y coquetería se deshizo de la barrera que los separaba.

Al quedar al descubierto, sonrió y se aproximó disfrutando de la mezcla de aromas del ambiente.

Abrió la boca y asomó la lengua para dar la bienvenida a su regalo. El sabor le impregnó la lengua y tragó la saliva que se le había concentrado en la boca. Oprimió con los dientes la punta y se relamió, dejando escapar un ronroneo de agrado.

En un arranque de locura se metió todo en la boca y tardo apenas un minuto en comérselo.

Estaba segura de estar incumpliendo uno de los siete pecados capitales, la gula. Pero bien lo merecía aquella barrita de chocolate negro.

Tendría que buscar otra manera de bajar de peso. Del chocolate nunca podría prescindir.

martes, 12 de junio de 2012

Feria del Libro de Madrid


El primer recuerdo que tengo de la Feria del Libro de Madrid, se remonta al año 1998. 

No recuerdo la fecha porque tenga una mente privilegiada sino porque fui de excursión con el colegio.

La editorial Bruño nos regaló una mochila saco amarilla con dos libros. Uno de ellos era ‘Historias de Sergio’ y el otro, la primera parte de ‘Kika Superbruja Detective’. Que me regalaran libros me parecía un castigo. Y más cuando mi profesora adjuntó una hoja con las instrucciones del trabajo que teníamos que realizar tras leerlos.

A pesar de mi antipatía a la lectura, acabe leyendo varios libros de la saga de Kika, que hoy en día guardo con cariño. Fue de los primeros libros que me enganchó a seguir leyendo. Además era genial hacer los experimentos que proponía. A mi madre no le hacia tanta gracia cuando mi hermana y yo nos empeñábamos en realizarlos todos, queríamos escribir con tinta invisible para que nadie pudiera conocer nuestros secretos más oscuros y nadie nos comprendía.

También recuerdo que en el pabellón de la ONCE realizamos actividades y nos escribieron en braille nuestro nombre.

Y no puedo olvidarme de la dura competición con mis compañeros, a través de un sol infernal, para ver quien reunía más puntos de libro al final del día. Esta competición fue precursora  de "a ver quien consigue llevarse mas anillas (donde pone la talla en los centros comerciales) para los radiales de la bici" y en la actualidad ha cambiado a lápices del Ikea.


Catorce años después, visito la Feria del Libro por gusto. No podía pasar la oportunidad de ir a la firma de Megan Maxwell. Llevaba tiempo con sus libros en mi lista de lectura, hasta que un día en uno de mis largos y frecuentes paseos por la librería, me encontré con ‘¿Y a ti qué te importa?’, me llamo la atención la portada, leí el argumento y sin dudarlo me lo lleve (después de pagarlo claro).

Fue un placer conocer a Megan y poder hablar con ella de sus libros. Es genial hablar con el autor, escuchar su punto de vista, porque eligió un espacio determinado, hablar de los personajes, de los finales, es un lujazo. Y Megan es un encanto.


Cuando volví a casa, mas contenta que unas castañuelas con mis tres libros firmados, me acordé del blog, el cual llevo semanas retocando pero no sabía sobre que escribir, y creo que la primera entrada es la mas difícil porque tenía que romper el hielo.

Así que ya esta, primera entrada publicada, ¡gracias por pasaros!